Su
idea central es que las mujeres sufren una opresión no compartida por el
hombre y de la que, por lo general, los hombres son los beneficiarios políticos, sociales, emocionales y económicos, hecho que se veía evidenciado en frases como la siguiente:
La mujer es un animal de cabellos largos e ideas cortasarthur schopenhauer
A pesar de que ya en 1970
la mayoría de las mujeres en el mundo habían conseguido mejorar sus
derechos, todavía está pendiente la total igualdad con el hombre a nivel
político, económico y social.
Cuando
el feminismo occidental resurgió en la década de 1960, el movimiento
defendía preferentemente que las experiencias individuales de
subordinación de la mujer no eran incidentes aislados debidos a
diferencias particulares de personalidad, sino la expresión de una
opresión política común. También se esgrimió la idea de hermandad, pero
este concepto ha sido muy criticado por incoherente, ya que dentro del
movimiento se mantienen prejuicios de raza y clase social. En los
últimos años, tanto las diferencias como las similitudes entre mujeres
han pasado a ser objeto de investigación académica.
El
movimiento feminista sigue tres líneas de actuación: exploración de una
nueva solidaridad y conciencia (que facilita la valoración de las
posiciones política y social), realización de campañas a favor de temas
públicos y el estudio del feminismo.
Estatus tradicional
Ya
desde los albores de la historia escrita es patente el dominio del
hombre en las distintas sociedades. Puede suponerse que el dominio
masculino se remonta al paleolítico como resultado de la valoración de
la caza como actividad fundamental. Las religiones monoteístas también
apoyan la idea de que la mujer es por naturaleza `más débil' e `inferior' al hombre. En la Biblia,
por ejemplo, Dios situó a Eva bajo la autoridad de Adán y san Pablo
pedía a las cristianas que obedecieran a sus maridos. De forma análoga,
el hinduismo sostiene que una mujer virtuosa debe adorar a su marido (pathivratha) y que el poder de su virtud servirá de protección a ambos.
Todo
ello induce a que las mujeres se encuentren en una situación de
desventaja en la mayoría de las sociedades tradicionales. Su educación
se limita a aprender habilidades domésticas y no tienen acceso a
posiciones de poder. El matrimonio es una forma de protección aunque con
una presión casi constante para dar a luz hijos, especialmente varones.
En estas sociedades una mujer casada adquiere el estatus de su marido,
vive con la familia de él y no dispone de ningún recurso en caso de
malos tratos o de abandono. Un ejemplo de esto, es la legislación romana (base de la europea y de la estadounidense) donde el marido y la mujer eran considerados como uno, ya que la mujer era la `posesión' del marido.
Hubo, sin embargo,
algunas excepciones. En la antigua Babilonia y en Egipto las mujeres
tenían derecho a la propiedad y en la Europa medieval podían formar
parte de los gremios artesanos. Algunas mujeres ostentaban autoridad
religiosa como, por ejemplo, las chamanes o curanderas siberianas y las
sacerdotisas romanas. En ocasiones las mujeres ostentaban autoridad
política, como las reinas egipcias y bizantinas, las madres
superioras de los conventos medievales y las mujeres de las tribus
iroquesas encargadas de designar a los hombres que formarían parte del
consejo del clan. Algunas mujeres instruidas lograron destacar en la
antigua Roma, en China y durante el renacimiento europeo.
El gran cambio
El
Siglo de las Luces (con su énfasis político en la igualdad) y la
Revolución Industrial (que originó enormes cambios económicos y
sociales) crearon un ambiente favorable a finales del siglo XVIII y
principios del XIX para la aparición del feminismo y de otros
movimientos reformadores. En la Francia revolucionaria los clubes
republicanos de mujeres pedían que los objetivos de libertad, igualdad y
fraternidad se aplicaran por igual a hombres y mujeres. Pero la
aprobación del Código Napoleónico, basado en la legislación romana,
cortó en Europa cualquier posibilidad reivindicativa en ese sentido. En
Inglaterra, Mary Wollstonecraft publicó Vindicación de los derechos de la mujer (1792), el primer libro feminista que pedía la igualdad en un tono decididamente revolucionario.
Con
la Revolución Industrial la transformación de los trabajos manuales
(realizados desde la antigüedad por las mujeres de forma gratuita)
hacia un modelo de producción masiva mecanizada permitió a las mujeres
de las clases bajas trabajar en las nuevas fábricas. Esto supuso el
comienzo de su independencia y proletarización: las condiciones de
trabajo no eran buenas y sus salarios, inferiores a los de los hombres,
estaban controlados legalmente por sus maridos. Al mismo tiempo se
consideraba que las mujeres de la clase media y alta debían permanecer
en casa como símbolo decorativo del éxito económico de sus maridos. La
única alternativa para las mujeres respetables de cualquier clase era el
trabajo como profesoras, vendedoras o doncellas.
En
Europa surgieron algunos grupos feministas que no tuvieron gran
repercusión. La Iglesia católica se opuso al feminismo argumentando que
destruía la familia patriarcal. En los países agrícolas se mantenían las
ideas tradicionales y en las sociedades industriales las
reivindicaciones feministas tendían a ser sofocadas por el movimiento
socialista.
El feminismo tuvo
mayor aceptación en Gran Bretaña, protestante en su mayor parte y muy
industrializada, y en Estados Unidos. Sus dirigentes eran mujeres cultas
y reformistas de la clase media. En 1848 más de 100 personas celebraron
en Seneca Falls, Nueva York, la primera convención sobre los derechos
de la mujer. Dirigida por la abolicionista Lucretia Mott y la feminista
Elizabeth Cady Standton, entre sus principales exigencias solicitaron
la igualdad de derechos, incluido el derecho de voto, y el fin de la
doble moralidad. Las feministas británicas se reunieron por primera vez
en 1855. La publicación (1869) de Sobre la esclavitud de las mujeres
de John Stuart Mill (basado en gran medida en las conversaciones
mantenidas con su mujer Harriet Taylor Mill) atrajo la atención del
público hacia la causa feminista británica, sobre todo en lo relativo al
derecho de voto. Hasta finales del siglo XIX y bien entrado el XX no se
incluyó este derecho en las Constituciones de los países. En España se
concedió en 1932, en la II República. Hoy todavía existen países como
Kuwait, Jordania y Arabia Saudí donde la mujer no tiene derecho a votar.
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